En su texto Recordar, Repetir y Reelaborar, Freud señala que los sucesos reprimidos por el sujeto tienden a manifestarse a través de sus actos. Es decir, un sujeto puede no recordar conscientemente aspectos severos o críticos de su crianza que lo llevan a sentirse mal o insuficiente, pero, a lo largo de su vida, tiende a rodearse de figuras de autoridad que lo tratan de manera similar. Freud denominó este fenómeno como «compulsión de repetición», el cual opera de forma inconsciente.

Durante el tratamiento, el sujeto repite sus síntomas no solo fuera del consultorio, sino también en el análisis mismo. Freud vincula este fenómeno con la transferencia, entendida como el mecanismo mediante el cual se trasladan sentimientos o cargas emocionales dirigidas hacia personas del pasado hacia la figura del analista. Por ejemplo, si el síntoma de un paciente consiste en sentirse excluido por los demás, es posible que esta fantasía se reproduzca en la relación con el analista, percibiéndolo también como alguien que lo excluye.

Freud afirma que, a través del análisis, los síntomas pueden adquirir un nuevo significado. Este proceso permite al sujeto reelaborar sus resistencias y, de este modo, localizar las mociones reprimidas que las sostienen.

El psicoanalista destaca que este es un trabajo arduo, que demanda tiempo y que, a menudo, conlleva un “empeoramiento de los síntomas” debido a la intensificación de las repeticiones. Sin embargo, la lógica del tratamiento psicoanalítico radica en que el sujeto pueda volverse consciente de su propia repetición y abrirse a la posibilidad de algo diferente